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Déjenme que lo diga de una vez: Cynthia Ozick es inmensa, novedosa, divertidísima. Cynthia Ozick es la sibila a quien rendir tributo, encender velas e incienzo y quemar para ella nuestros mejores párrafos. Su lectura me provoca una intensa fascinación y a la vez perplejidad, tanta que enseguida siento deseos absolutos de inciarme en eso que ella hace, en los misterios de Ozick. Los misterios de Ozick parecen sencillos pero difíciles de encontrar en las librerías, señores. Fíjense: una mujer que escribe con un humor exquisito, ironía constante y, lo peor, sobre escritores (el Tema Prohibido). ¿Cómo se atreve? ¿Cómo lo hace?
A primera vista parece bastante fácil: relaboración de la tradición (y no solo la judía), relaboración de las mitologías (y no solo las judías), precisión, nada de florituras anochecidas, mucho desparpajo y pocas y contadas veces un párrafo poético (cuando toca). Utiliza comparaciones del tipo: "mascaba las notas al pie como si fueran caramelos balsámicos"; "un aire denso, pesado, caliente, sesgado y vehemente, como el aliento de un juez vengativo" (ok, aquí tal vez sobran adjetivos). Es mayormente realista, pero no se corta cuando lo irracional irrumpe con la fuerza de los huracanes. Pareciera que defiende la verdad de la ficción por encima de la verosimilitud (por eso algunos tildan sus escritos de alocados).
"No importa, dice la Ficción; qué gracia, dice la Transgresión; ¿y qué más da?, se burla el Sueño." ("Dictado")Además, es adorablemente metaliteraria: aquí hay poetas, escritores, pintores, actores, editores, críticos, intelectuales, traductores, seres mitológicos, Henry James y Joseph Conrad, un joven T. S. Eliot, plagios, lexicógrafos, rabinos, amanuenses, etcétera. Seres indignados, desesperados, hechidos de orgullo, enamorados, envidiosos o alelados. Seres obsesionados con algo (a la manera quijotesca, a la manera de esos personajes de las películas de Werner Herzog): piénsese por ejemplo en el protagonista de la excelente novela El mesías de Estocolmo, completamente obsesionado con que es hijo de Bruno Schulz, un delirio en toda regla.
Algunos la clasifican con la etiqueta de "escritora judía", como también se dice de Kafka que escribía "literatura judía". Por mi parte tiendo a pensar que el Holocausto pertenece a la Historia Universal. No sé por qué no se la llama simplemente "Maestra absoluta de la Metaliteratura", "por fin esa Mujer que Escribe para Todos", "llegó la Era de la Mujer con Sentido del Humor" y "queremos más de Este Tipo".
"Saltaba a la vista que no era simplemente una historia, sino que apuntaba a mucho más, y ese 'mucho más' significaba en sí mismo mucho más. Ya solo con eso me amargué; son técnicas que se aprenden en esas lápidas huecas llamadas escuelas de escritura. A mí me parece que cuando uno quiere contar una historia, la cuenta. Estoy en contra de las máscaras y los trucos de la metáfora y la fábula. Por esa razón me atraen los cuentos de magia y fantasía: significan lo que dicen; en ellos los milagros no son símbolos, sino probabilidades condicionadas." ("Usurpación")
Déjenlo todo y léanla.