Fernando Clemot, Fiume, Valencia, Pre-textos (2021)
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Tristam Vedder, un periodista americano, vuelve muchos años después a Fiume, escenario de uno de los experimentos más inquietantes del siglo XX. Allí, el conocido poeta Gabriele D'Annunzio instauró una ciudad-Estado independiente con el primer gobierno fascista que se conoce, modelo después de Mussolini, y Tristam estaba allí en calidad de corresponsal. Treinta años después viaja con su mujer, su hija y yerno, un viaje por Europa cuyo destino final es visitar el lugar donde su hijo cayó en combate en la Segunda Guerra Mundial. Pero volver a los escenarios del pasado lo traslada al territorio de la memoria.
"El problema de observar el nacimiento del fascismo ahora es separarlo del proceso de putrefacción que sufrió. Separar la carne podrida del hueso. Entender qué nos atrajo de aquello, por qué nos sedujo y qué lo llevó de Fiume a las fosas Ardeatinas, de la marcha sobre Roma a Treblinka. Cuesta aislarlo ahora de su degradación, miseria y derrota final. En 1919 el fascismo no era sinónimo de muerte, dolor o tortura. No era ni siquiera fascismo, no tenía nombre entonces, era una nueva dialéctica, una forma de combatir lo antiguo, una reacción extrema a todas aquellas políticas que habían llevado al mundo a una tragedia. Entre 1919 y 1922 aquel concepto era revolucionario, un movimiento tan fascinante como lo que estaba ocurriendo en Rusia. En Fiume puede que no fuera siquiera una ideología: era una estética. Todas las ideologías en el momento que se nombran como tales comienzan a parecerse: el socialismo, el nacionalismo, el anarquismo, el fascismo. Contienen todas un poso de obediencia y dogmatismo. Son una fe y, como tal, solo pueden arrastrar inevitablemente al enfrentamiento y, finalmente, a la muerte."
El gran acierto de Fiume es mostrarnos a un personaje que a medida que leemos se vuelve cada vez más antipático, pero también fascinante. Confiesa sus bajezas y nosotros, como lectores, nos compadecemos, y esa contradicciones nos pone en una situación realmente incómoda. Fernando Clemot, notable narrador de prosa envolvente y deslizante, nos arrastra (y nos dejamos) hacia lo más abyecto de la humanidad, hacia lo más abyecto de nosotros mismos.
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