Zygmund Bauman, Vida líquida (2005), traducción de Albino Santos Mosquera, Barcelona, Paidós (2006) |
En Vida líquida Bauman se refiere a todos esos fenómenos de la vida posmoderna y mercantilista (la que habitamos) que ya conocemos de sobra: la falta de estabilidad y la precariedad, los cambios constantes de identidad, la necesidad de formación durante toda la vida, la liviandad en las relaciones interpersonales, la falta de orientación y dirección de la vida en general, es decir, la incapacidad de determinar un futuro. La incertidumbre absoluta.
No sabemos por qué Bauman en lugar de elegir el agua no se decantó por el aire: "Todo lo sólido se desvanece en el aire", decía El manifiesto comunista. (Nota: esto nos invita a pensar que, tal y como dicta la lógica, la modernidad que sigue será gaseosa.) Tampoco sabemos por qué no meditó sobre otras propiedades del agua, a saber: la pureza, la sonoridad del agua y su relación con el lenguaje, con la sintaxis, la sexualización del agua como elemento femenino (néyades), la fecundidad del agua como origen de la vida, el alimento primordial, el narcisismo o el agua como reflejo, la quietud de las aguas oscuras, la sangre como vida, la sangre como muerte. Esta enumeración viene de Bachelard.
Gaston Bachelard, El agua y los sueños (1942), traducción de Ida Vitale, México, Fondo de Cultura Económica (2005) |
Gaston Bachelard elaboró una poética de la ensoñación. La ensoñación se diferencia del sueño y del arquetipo porque en ella participa la conciencia: elabora imágenes de las que se sirve la mentalidad poética, la constructora de paradigmas.
Diremos que el poeta Bauman tomó del agua las connotaciones de Heráclito (fluidez, cambio constante) y también otras que podríamos denominar de "nadador": el hombre enfrentado a los elementos.
Diremos que la modernidad líquida tiene como héroe al nadador. Aunque Bauman se cuida bien de decirnos que la modernidad no sabe lo que es un héroe, pues el mercado no entiende de héroes.
El nadador es la celebrity. Ha sido capaz de hacerse ver entre las aguas, aunque tan solo durante ese minuto de fama. Después, que se lo lleve el río. Como nos lleva a todos. "Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar", decía Manrique.
Pero Bauman no analiza la modernidad líquida utilizando todas las imágenes pertenecientes a la modernidad sólida. Se sirve de lo que le sirve, como todo poeta. No aprovecha todos los arquetipos del agua del incosciente colectivo (cosa pasada de moda, es decir, inservible), los constructos de la cultura (una de las víctimas de la mercantilización, pues cultura significa tradición, sedimentación, necesidad de lentitud, de comprensión y compenetración, necesidad de tiempo, es decir, todo lo contrario del usar y tirar, de la obsolecencia, de la velocidad inconsistente y generadora de residuos de la mercantilización). Más bien nos aconseja que para sobrevivir, nadadores de hoy, debemos ser capaces de dejar de enfrentarnos a ello y deshidratarnos en lo fluido, olvidarse de nadar, quitarnos la ropa y convetirnos en agua, confundirnos con la mentalidad del torrente y dejarnos arrastrar, compenetrarnos absolutamente con el elemento. Después de todo, somos agua, y como dice Bachelard, "el ser consagrado al agua es un ser en el vértigo".
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