rumiar la biblioteca

lunes, 24 de enero de 2022

Alessandro Baricco y el paradigma videojuego

 

Alessandro Baricco, The Game (2018), traducción de Xavier González Rovira, Barcelona, Anagrama (2019)

https://www.anagrama-ed.es/libro/argumentos/the-game/9788433964366/A_530

¿Notas que el mundo ha cambiado, las reglas han cambiado, la profundidad de las cosas se ha perdido, no entiendes la bifurcación de la realidad y de tu propia personalidad en dos mundos conectados (virtual/real), sigues comulgando con ideologías, esas que fueron responsables del desastre del siglo XX, no comprendes la velocidad porque sueles creer en que lo lento, lo profundo y reposado es la auténtica experiencia de la vida? Eso quiere decir que no has entrado realmente en el juego.

Estamos en la era del Game, nos dice Baricco. La era donde el paradigma es el del videojuego: todo lo hacemos como si jugáramos. Comprar, viajar, construir nuestra personalidad en redes sociales, relacionarnos con otros, amar a otros. Todo es fácil, rápido, divertido. Todo es liviano. Todo lleva recompensa de likes y followers como en un juego.

Lo interesante es que pensábamos que las nuevas tecnologías eran las responsables del cambio de mentalidad, y eso lo pensamos porque somos de la vieja mentalidad. La del siglo XX. La que cree que un smartphone es una herramienta, y no una extensión casi biológica (cíborg) del individuo. Baricco viene a decirnos que en realidad es esa nueva mentalidad, la que creció con el videojuego, la que creó herramientas capaces de adaptarse a su nueva forma de pensar. Y una vez creadas, nos convencieron de usarlas, y ese uso continuado cambió las cosas y nos tiene perdidos. Claro que esta nueva mentalidad es la que ahora está dominando el mundo. La que ahora mismo dispone de todo el poder. Se podría entender todo este asunto como una verdadera revolución, porque el poder realmente ha cambiado de manos. Aunque el poder sigue actuando de la misma forma: no conoce la empatía y lo hace todo con arbitrariedad.

"La insurrección digital no tenía ideología, ni sistema teórico, ni tampoco estética. Porque era generada en su mayor parte por inteligencias técnico-científicas, era una suma de soluciones prácticas. Instrumentos. Herramientas. No tenía un supuesto ideológico explícito, pero tenía algo mejor, un método. Stewart Brand lo resumió de la mejor manera: 'Puedes intentar cambiar la cabeza de la gente, pero eso solo es una pérdida de tiempo. Cambia los instrumentos que utilizan, y cambiarás el mundo'. Aplicado con un férreo rigor y un éxito formidable, este método se ha convertido, en cincuenta años, en el único principio ideológico verdadero del Game. Su única creencia casi religiosa."


lunes, 17 de enero de 2022

Maurizio Balistreri, los robots sexuales y la violencia (citas)

Maurizio Balistreri, Sex Robot, traducción de José Chaguaceda Alonso, con ensayo de Georgia Zara, Barcelona, Biblioteca Nueva (2021)


"Hacer el amor con un robot no es, por supuesto, lo mismo que leer una novela o ver una película porque los robots no nos cuentan historias que enriquecen nuestras propias experiencias, aunque podrían programarse para ello, pero la finalidad de los robots sexuales es otra."

 

"Los robots del sexo, por tanto, tendrían en las mujeres las mismas consecuencias que la pornografía: favorecer la violencia contra las mujeres 'poniéndolas en escena' como personas que sueñan con ser violadas y que disfrutan cuando sufren violencia. Fingen no agradecer las insinuaciones de los hombres, pero, en realidad, adoran ser brutalizadas y por ello una mujer solo lograría placer cuando se abusa de ella (y un hombre que no puede abusar de una mujer no sería un hombre de verdad). Los robots sexuales, en consecuencia, fomentarían la violencia contra las mujeres ya que transmitirían la idea de que se pueden tener relaciones sexuales con una mujer sin su consentimiento. Serían sobre todo los robots del sexo programados para rechazar cualquier encuentro sexual o que simulan no disfrutar en absoluto de las proposiciones sexuales los que provocarían en los hombres actitudes violentas contra las mujeres. [...] Por otra parte, los robots sexuales más condescendientes transmitirían la idea de que las mujeres están siempre disponibles y que, por ello, no es posible abusar de ellas o violarlas. La violencia, de hecho, presupone una relación sexual contra la voluntad de alguien y, ya que las mujeres nunca rechazarían el sexo, sería imposible abusar de ellas."

"Se si utilizara a los robots sexuales con abusadores de niños o con violadores de manera que volcaran sobre estos sus fantasías sexuales patológicas, el peligro estaría en perpetuar la idea de que es aceptable obtener placer sexual mediante la coerción y sin aceptación, especialmente en el caso de que los robots sexuales estuvieran programados para dar respuestas negativas o resistentes. Esto podría, en consecuencia, legitimar una forma de sexualidad violenta, normalizar las modalidades sexuales impositivas y favorecer la continuidad de conductas sexuales abusivas." (Georgia Zara, "La psicología de los robots sexuales en el tratamiento de los agresores sexuales")

lunes, 27 de diciembre de 2021

James Joyce (Fragmento del diario, 07/11/2021)

 

Aprendí que Joyce era un borracho, que siempre tenía problemas de dinero, que un 16 de junio, fecha en que transcurre el Ulises, conoció a su compañera Nora, con quien no se casó por rebeldía hacia la Iglesia y hacia su país, con el que siempre tuvo una relación conflictiva. También aprendí que le costaba mucho publicar sus libros, y que si no fuera por la generosidad de Ezra Pound no hubiera pasado nada.

Tuvo dos hijos. George se convirtió en cantante de ópera. Lucia se volvió loca y estuvo encerrada en loqueros gran parte de su vida. Fue paciente de Jung, aunque a Joyce no le gustaba Jung. Se conocieron personalmente y Jung leyó el Ulises, sin embargo, según Joyce, no entendió nada. A Joyce le molestaba que relacionaran su técnica por entonces novedosa del monólogo interior con el psicoanálisis. Yo creo que Joyce estaba haciendo un nuevo realismo, el realismo del pensamiento, el realismo del ruido de la mente.

Luego estaba muy orgulloso de su obra. Con Ulises le empezó a ir bien. Cuando Joyce estaba escribiendo Ulises, una filántropa rica empezó a pasarle una pensión, anónimamente. Lo beca para que termine esa novela. Así pudo escribir Ulises. Aunque siempre gastaba más dinero del que tenía. Al principio daba clases de inglés (cuando se mudó a Trieste desde Dublín), y luego daba clases de italiano e inglés donde se lo requirieran. Vivió en Zúrich tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial (que fue cuando murió). También vivió muchos años, los de mayor éxito o madurez, en París. Allí conoció a Beckett. Su hija Lucia se enamoró de Beckett, pero no fue un amor correspondido.

Aprendí que era un gran cantante y que varias veces intentó ganarse la vida como tal. Para él, lo que escribía era más parecido a la música que a la literatura. De hecho, cuando a propósito de Finnegans Wake le preguntaban si era una mezcla de literatura y música, él contestaba que era música pura. Que era un libro sobre la parte onírica del hombre (un realismo nuevo) cuya intención era solamente hacer reír. Ulises era una novela sobre la parte del día y Finnegans (que al principio se llamaba Work in Progress) era una novela sobre la parte de la noche. 

Joyce nació un 2 de febrero y publicó el Ulises un 2 de febrero. Era acuariano y un tipo supersticioso. Le tenía pavor a las tormentas eléctricas hasta el punto de desmayarse. Lo mismo con los ratones.

Sufría innumerables dolores y sobre todo dolencias relacionadas con los ojos. Al final quedó tuerto y estaba casi ciego del otro ojo. Iba con un bastón. 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Laura Fernández no es exactamente la señora Potter

 

Laura Fernández. La señora Potter no es exactamente Santa Claus, Barcelona, Literatura Random House (2021)

https://www.penguinlibros.com/es/literatura-contemporanea/261331-libro-la-senora-potter-no-es-exactamente-santa-claus-9788439738077

Esta es la historia del pueblo donde ha sido escrita la novela juvenil La señora Potter no es exactamente Santa Claus, cuya autora es una tal Louise Cassidy Feldman. Por supuesto que el pueblo se llena de turistas fans de la novela, y por eso hay una tienda de souvenirs a propósito de la novela. Al parecer, la novela cuenta la historia de una tal señora Potter que concede deseos como una especie de cuarto Rey Mago o una mujer Santa Claus. Hay que escribir ese deseo en una postal y ella lo concede. 

El dueño de la tienda de souvenirs está harto de la señora Potter y tiene muchas ganas de marcharse. Pero no puede decir abiertamente que quiere marcharse, por supuesto. Ha heredado una casa en el pueblo y quiere venderla, pero ordena al agente inmobiliario que no publique ningún anuncio de venta. ¿Cómo quiere vender una casa sin publicar un anuncio? Al agente se le ocurre publicar la venta en una revista literaria y es así como caza a un matrimonio de escritores de terror que están buscando una casa encantada. Evidentemente necesita contratar fantasmas para encantar la casa. 

Además, en el pueblo todos miran una serie de televisión sobre casos policiales. Por cierto, se dice que mataron hace un tiempo a una chica, aunque el dueño de la tienda de suvenires cree que no fue exactamente un asesinato.

Todo es así de delirante en esta novela. Fernández usa todos los tópicos del cuento de Navidad, el cuento de terror, el cuento de misterio, el policial, FargoTwin Peaks, la lógica del cómic, la lógica del cartoon. Pero también recuerda, claro que sí, al Quijote: títulos de capítulos explicativos y larguísimos, la novela dentro de la novela. Usa, además, algunos recursos como onomatopeyas o el remplazo de las comillas por paréntesis, que vienen a recordarnos los globos de diálogos de los cómics. Además de esas cursivas de énfasis tan anglosajonas. Porque todo en Fernández es anglosajón. Ese imaginario cultural en el que crecimos absolutamente invadido por Yanquilandia. Y todo reboza humor, chorrea ironía pura y está escrito con un ritmazo tan veloz (FIU-FIU), como si fuera una hermana o prima más o menos cercana de (TACHÁN) Rodrigo Fresán, una prosa tan rápida e hipnótica y deslizante y tan puramente estilosa que es fiesta (ZAS) allá donde se abra el libro.

"¿Qué podía decirle? ¿Me he mudado a esta ciudad solo para estar cerca del Lou's Café? ¿Me he mudado a esta ciudad solo para estar cerca, en realidad, de gente como usted? ¿De gente que querría vivir dentro de La señora Potter no es exactamente Santa Claus pero no puede porque no es un personaje de la novela y no habrá nunca forma de que lo sea? Oh, señor Peltzer, ¿por qué no puede ser todo tan sencillo como lo es en la Kimberly Clark Weymouth de Louise Cassidy Feldman? ¿Por qué no puede uno escribir lo que desea en una de esas postales navideñas y dejar que los diminutos empleados de correos de la señora Potter hagan con ella lo que sea que deban hacer para que su deseo se haga realidad? ¿Por qué tiene que seguir pasando frío y lamentando su suerte en un lugar al que, a todas luces, nadie en su sano juicio, nadie que no pretenda (TIRAR SU VIDA POR LA BORDA), pensaba mudarse?"



lunes, 13 de diciembre de 2021

Monika Zgustova y Véra Nabokov, la controladora

Monika Zgustova, Un revólver para salir de noche, Barcelona, Galaxia Gutenberg (2019)

http://www.galaxiagutenberg.com/libros/un-revolver-para-salir-de-noche/

Esta es la historia de Véra Nabokov, mujer del propio Nabokov, contada en cuatro momentos de la vida del matrimonio. Parece que Véra era una mujer dominante, controladora a más no poder, que se metió entre ceja y ceja conquistar al escritor y llevarlo al estrellato. Lo consiguió. Hizo lo mismo con su hijo Dmitri, cantante de ópera, y con una tal Irina, poeta sueca. Una mujer con un revólver en el bolso que asistía a las clases de su marido por si este se tentaba con alguna alumna: parece que Vladimir tenía debilidad por las mujeres. 

Véra no solo era su secretaria, es decir, quien pasaba a máquina todos sus escritos, sino que agregaba y corregía frases para conseguir una mayor fluidez.

Lo cierto es que Nabokov se hizo conocido de verdad después de la publicación de Lolita. Él mismo había sido víctima de abusos infantiles por parte de un tío, y en cuanto conoció la noticia de un hombre que había secuestrado a una niña y la llevaba en coche de estado en estado, encontró la manera de contar el trauma de su niñez. 

"Necesitaba escribir la historia de un depredador de niñas; era una urgencia para él y le dio vueltas durante décadas. Había escrito El encantador, pero no, no era eso, no quedó satisfecho. Se lanzó a una nueva tentativa en lo que debía llamarse Reino junto al mar, hasta que en el verano de 1948 cayó en sus manos un periódico que narraba el caso criminal de un mecánico, Frank La Salle, que había raptado a una niña de once años, Sally Horner, y durante casi dos años la tuvo a su merced huyendo de la ley con su presa de un lugar a otro a través de Estados Unidos. Vladimir se quedó prendado de esta historia terrible y fascinante, tanto más porque reconoció en ella ecos de su propia experiencia infantil. Él, que siempre dejaba en sus libros pequeños guiños dirigidos a sus lectores, incluyó en la novela Lolita una referencia al caso, que puso en la boca de su protagonista masculino, Humbert Humbert: '¿Habré hecho a Dolly tal vez lo que Frank Lasalle, un mecánico de cincuenta años, había hecho a Sally Horner, de once años, en 1948?', revelando así la procedencia de la estructura que imprimió a su novela. Sally acabó rebelándose al igual que se rebelaría Lolita, y pocos años después de su rebelión y su liberación ambas chicas, la real y la inventada, acabaron muriendo."


 

lunes, 6 de diciembre de 2021

Ginés Cutillas y las "Bellas Artes" (cita)

 

Ginés S. Cutillas, Un koala en el armario (2010), Valencia, Pre-textos (2021)

https://www.pre-textos.com/escaparate/product_info.php?products_id=2090

Bellas Artes

El escritor, sentado bajo un árbol, ultima el borrador de una novela que trata del amor imposible entre dos miembros de una misma familia. El mayor es un pintor famoso que durante toda la historia vive obsesionado con un cuadro en el que aparece un músico en posición altiva delante de unas partituras donde apunta las notas que acompañarán a la coreografía que festeja la construcción de la mayor catedral que haya conocido el mundo occidental cuyas ventanas dan a un jardín en el que las más bellas esculturas inspiran a un director de cine a contar la vida de un escritor que, sentado bajo un árbol, ultima el borrador de una novela que trata del amor imposible entre dos miembros de una misma familia.