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Hay aquí dos historias que se entrecruzan: por un lado un hombre que recuerda las cartas que le enviaba su tío Robert, obsesionado con el linaje de Willhem Tell y con el cine. Por otro lado, un profesor de castellano para extranjeros que vive en Francia y que recibe un encargo detectivesco de uno de sus alumnos: encontrar el paradero de un tal Guido Celli, guionista de cine, que adoptó diversos seudónimos a lo largo de su carrera.
"¿Por qué una vez que damos de bruces contra aquello que hemos perseguido durante toda la vida nuestro primer reflejo, indefectiblemente, es acometer una triste huida o, en el mejor de los casos, ponernos a revisar si nuestros deseos de siempre, justo cuando pueden llevarse a cabo, merecen la pena?"Narradas con una prosa de tono algo melancólico, siempre filosófico y de ironía sutil, ambas historias comienzan a tejer una trama común, de cariz detectivesco, hilvanadas con pormenores del cine y un buen montón de frases para subrayar, cuyo MacGuffin es, qué duda cabe, la estirpe Tell y la manzana.
"Es incertidumbre y una buena historia se compone justamente de eso, incertidumbre y casi nada más."