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¿De qué trata Los últimos días de Adelaida García Morales? De una anécdota real que desencadena una ficción. García Morales es un personaje real, público; las dos protagonistas de esta ficción (la concejala a quien García Morales ha pedido cincuenta euros y la realizadora de un documental sobre la autora del título), son ficticios. García Morales solo aparece al principio de la nouvelle de Navarro pidiendo cincuenta euros; en el resto del texto se habla de ella, de su éxito efímero, de su ex marido, de su precariedad. Poco se habla de su obra, apenas pinceladas, y siempre referida a supuestos acontecimientos de origen biográfico. También se da cuenta de cierta experiencia de la lectura de Adelaida García Morales en un autobús. Sin embargo, esa breve aparición basada en una anécdota aparentemente real es suficiente para desencadenar un escándalo.
Diríase que el escándalo sobre este libro está incluido en el propio libro. Permítanme una cita:
"¿No se planteó siempre su documental como una suerte de recreación libre o de continuación atmosférica de las narraciones de García Morales y del personaje, y no de la persona, que la escritora era? ¿No resultará entonces conveniente virar cuanto antes hacia la ficción? Se reafirmará en esta idea diciéndose que se confunde demasiado a menudo lo verosímil con lo veraz, y que será mejor para su película deshacer ese entuerto desde el principio, dejar claro que su montaje no pretende ilustrar sobre la vida y la obra de nadie. Más tarde aún volverá a las palabras del psiquiatra, a la duda de si merece la pena, aun cuando ella no persiga ninguna verdad, incluir un desvarío que probablemente sea un embuste estúpido, y de si eso no conduce a un lugar morboso, o quizás tan solo grotesco."Entiéndase que lo que aquí está en juego es el concepto de ficción y su límite. Entiéndase que la nouvelle sobre todo plantea esa pregunta: ¿dónde está el límite entre la realidad y la ficción? Entiéndase que la pregunta es absolutamente legítima, propia de la literatura universal y libertaria y que es lo más valioso de este texto.
Si Ricardo Piglia (en "Una clase sobre Puig", Antología personal) se pregunta "cómo hacer verdadera una ficción, cómo hacerla creíble y, al mismo tiempo, dentro de la novela, cómo hacer que los personajes aparezcan confundiendo el mundo de la ficción con el mundo de la realidad", la nouvelle de Elvira Navarro (como las últimas de Javier Cercas, entre otros) provocan lo contrario: son los lectores quienes confunden el mundo de la realidad con el mundo de la ficción.
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Los últimos días de Adelaida García Morales podría definirse como un falso testimonio (la parte de la concejala) y
un falso documental (la parte de la realizadora). Para que lo falso funcione y
despierte el recelo del lector, las "ganas de entrar en el juego", algo
debe ser verdadero o al menos tener aspecto de verdadero: allí está el nombre
propio, las citas de sus novelas, las entrevistas y sus fuentes, la película El Sur, etcétera.
Todos estos recursos vendrían a plantear al menos algunas preguntas: ¿se trata
de una novela de no ficción? ¿Se trata de un ensayo con ficción? ¿Qué necesidad
tan acuciante parece tener la ficción cada cierto tiempo de llegar tan lejos
como para que se produzca el "engaño"? ¿Por qué se lee esta nouvelle
como una biografía cuando el mismo texto aclara repetidamente que se trata
de una obra de ficción? ¿Qué entendemos por "éxito literario" y qué relación
existe entre este y la calidad? ¿Por qué cuesta tanto aceptar textos híbridos
en todos los sentidos?
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Por lo demás, Los últimos días de Adelaida
García Morales se centra tanto en la "vida" precaria de una
escritora española (extrapolable a la mayoría de escritores) que la obra de
García Morales no llega a empapar las páginas (a pesar de las citas). Tal vez
se deba a su brevedad. Tal vez se deba a que no leí a García Morales. Tal vez
se deba a que esperaba más de Elvira Navarro. Lo cierto es que el texto, el
homenaje, invita a leerla no desde la obra sino desde su vida precaria. Una
vida que además es en parte ficción. Invita desde la indignación y el
escándalo, pero el lector sigue sin saber exactamente qué valor merece la obra
de Adelaida García Morales.