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El argumento: Renzi, profesor argentino invitado en la costa este de Estados Unidos, mantiene un affair clandestino con Ida, una joven brillante profesora que muere accidentalmente (sospechosamente). A partir de ahí, la novela se pone negra: detective, terrorista, denuncia social.
El material escénico de la novela fue aprovechado, nos dice Piglia, de su propia experiencia, de modo que se podría decir que construyó un policial con retazos de su propia vida, o quizá: una autobiografía de existencialismo negro.
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Vagas aproximaciones al eco de la lectura (porque en esta novela hay muchísimas capas):
1) La ida es desgarro o desautomatización o perderse o sufrir de cristalización arborescente, según la define el médico de Renzi, es decir, "sensación de extravío" que se agrava en un sitio en el que se ha estado en el pasado y que se recuerda vagamente. Es estar escindido, como Hudson (el autor a quien Renzi dedica su seminario en Estados Unidos) decía de sí: "Me siento enancado en dos patrias, dos nostalgias, dos esencias".
Se podría argumentar que el camino es siempre de ida, y que se avanza continuamente, y que la ida nos deja en un lugar donde siempre existen al menos dos realidades posibles, una visible, otra subterránea (y esta pista aparece repetida en toda la novela, y no parece falsa: la relación amorosa-clandestina con Ida; cuando cita a Hudson hablando del tucu-tucu, una especie de topo que no se ve pero se oye; el acuario con el tiburón gigante sito en el sótano del profesor D'Amato; ese jirón de conversación escuchado en la barra de un bar que hace referencia a un taller del sótano donde quien habla confiesa encontrar la felicidad, o esos dos "Estados Unidos", uno el visible y democrático, y otro el estado subterráneo de hiper-control, el que se inmiscuye en la intimidad de las personas). Lo subterráneo está envuelto en violencia, exuda la novela.
2) La cuestión de la asimilación entre aquello tan temido y tiránico (las dictaduras militares, la URSS), y ese estado subterráneo violento y de hiper-control. "Según Munk, diagnosticarlo como un loco y no dejarlo defenderse era usar los métodos de la psiquiatría soviética, que siempre había afirmado que los disidentes eran locos porque nadie en su sano juicio podía oponerse al régimen soviético, que era un paraíso y expresaba el sentido de la historia."
3) El asunto del anarquista, Munk. El científico que envía bombas a sus colegas, quienes, según su criterio, no son otra cosa más que los ideólogos de la desaparición de la humanidad. Munk, ese Quijote-terrorista, porque ha leído y se ha infundido del espíritu de El agente secreto de Conrad, llevándolo a la práctica; Munk, que se ve obligado a poner bombas para que lo escuchen, según dice, o más precisamente para que lo lean. Matar para que lo lean, ironiza la disidente rusa, vecina de Renzi.
Después de las bombas, Munk publica un Manifiesto libertario anticapitalista. Allí expone sus razones y propone (o al menos imagina), una posible sociedad futura: "¿Qué pasa si intentamos tomar a la vez varias decisiones contradictorias y las mantenemos separadas como series abiertas? Una vida política, una vida sentimental, familiar, sexual, religiosa que tengan entre sí relaciones muy difusas (por no decir clandestinas)". [...] "(El ejercicio de imaginar mundos posibles o sociedades alternativas es una constante del pensamiento utópico, pero a nadie se le ha ocurrido —salvo por accidente o por azar— imaginar varias vidas personales simultáneas, radicalmente distintas unas de otras, y luego ser capaz de vivirlas.)".
4) Y Renzi se parece cada vez más a un disidente (criticón, escindido, desterrado, desconfiado y hasta delirante). Solo habla con el loco Orión, el homeless, uno que realmente puede jactarse de no pertenecer a nada ni a nadie. Renzi se recuerda revolucionario él también, o Renzi parece que empatiza con el anárquico, porque hay que recordar que la anarquía no es solo poner bombas, y que, por lo demás, sigue siendo un fantasma frustrado: la gestión por cooperativas y ayuda mutua, anti-estatal, que apenas si se ha llevado a la práctica a pesar de ser una de las ideologías más importantes del siglo XIX.
5) Me ha rondado a mí, como otra posible lectura, una ficcionalización de algo que podríamos llamar cambio de paradigma: de un sistema cerrado, dual y contrapuesto (visible/subterráneo, correspondiente a las ideas de gobierno planteadas en el siglo XIX y puestas en práctica en el XX, por lo demás, enfrentadas y equilibradas), en camino hacia la multiplicidad con la que da la sensación de que deberíamos lidiar, una democracia futurible y plural, cercana a una anarquía pacífica y de buena fe (si eso fuera posible), o quizá con la que fantaseamos (hartos ya de castas y corrientes subterráneas, detalles que la democracia debería haber echado por tierra hace rato), al menos teóricamente: la curiosidad, la auténtica meritocracia, el extrañamiento por antojo, las mezclas culturales, las teorías cuánticas, las fugas mútiples. Sería interesante leer esa utopía.
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Quizá sea mejor escuchar a Piglia tratando de explicar su propia novela:
http://www.youtube.com/watch?v=W1CE7P19WHM