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Quizá es la resignación lo que acecha en estas páginas, o mejor, en este fin de semana, o todavía mejor, en estas doscientas páginas de exposición de los pensamientos del protagonista, Roberto Teyssier, Tico para los lectores. Tico se la pasa hablando con su amiga Pola, quien parece ser la única con quien verdaderamente puede comunicarse, tanto cuando está con ella como cuando no está, pues no dejamos de asistir a diálogos al mejor estilo "diálogo platónico" (es decir, de exposición de conceptos, de refutación de los mismos, de matizaciones de ideas) tanto reales como pensados, y Pola funciona siempre de contrapunto.
Tico se nos presenta como un músico lleno de prejuicios y clichés de intelectual más que de músico. Siente que todo lo que hace es "pose" (y al parecer lo es), como si su vida fuera un constante acto de representación. Hay un refrán que dice: "Fíjate en lo que eres a los cuarenta porque eso serás toda la vida".
Pero olvidémenos de la peripecia y comentemos lo más interesante del texto que nos ocupa: la riqueza del lenguaje, la magnífica sintaxis, la prosa de ritmo fascinante, como una mezcla entre Proust-Cortázar y Gaddis, una prosa poética y de diálogos entrecortados (por eso Gaddis) que Peyrou utiliza para disertar sobre algunas ideas del tipo: ¿el arte da la felicidad?, ¿existe el genio?, ¿el genio es lo infantil?, ¿qué es jugar, qué es lo conceptual?, ¿se nota en la gente su clase social por su apariencia?, ¿por qué no puedo enamorarme?, ¿el ajo lo iguala todo?, ¿de dónde soy si mis antepasados son migrantes?, ¿cómo se expresa lo político en el arte?, o:
"De si las cosas que nos gustan, que nos dan placer, nos gustan en sí o nos gustan por toda la interpretación que hacemos de ellas, por el valor que tienen socialmente, por la imagen que nos dan."
Una novela filosófica, de "explico" más que "muestro", pero así y todo una interesantísima primera novela.
De todo ello lo más llamativo son los juegos diseminados por todo el texto, juegos de palabras, juegos conceptuales (y por el carácter lúdico y por Pola pensé en Cortázar), y esta definición del acto de lectura que parece absolutamente verdadera:
"Uno se sienta y lee y la lectura consiste en dejar de pensar en lo que se pensaba o en lo que suele pensarse, pero también en dejar de pensar en la forma en que suele pensarse; es como si en cierto modo algo se apagara, se atenuara, se relajara, y el pensamiento se lanzara no en otra dirección sino en otro plano hacia su presa pero sin presa, a deambular en torno a un árbol que se ve por la ventana, o al viento, estas cosas es mejor hacerlas al aire libre y lentamente, regalando tiempo, libre de dirección."