rumiar la biblioteca

lunes, 20 de marzo de 2017

Margaret Atwood o la ironía avanza a tientas

Margaret Atwood, El cuento de la criada (1985), traducción de Elsa Mateo, Barcelona, Bruguera (2008)

Un despliegue de voz narrativa parcial de la que desconfiamos desde el primer instante (similar a aquella voz de la criada en Cumbres borrascosas), nos cuenta un cuento: su propio cuento, uno infernal. Estamos en un futuro próximo, el totalitarismo ha afectado a las Mujeres: no son otra cosa que vientres fecundos y uniformados. Existe, evidentemente, la resistencia, y también el recuerdo de la transición: cómo poco a poco se va imponiendo un estado de nuevo puritanismo que fácilmente podemos identificar con la situación de muchísimas mujeres en otras partes que por fortuna no son mi casa.
"Por supuesto, en los periódicos aparecían noticias: cadáveres en las zanjas o en el bosque, mujeres asesinadas a palos o mutiladas, mancilladas, solían decir; pero eran noticias sobre otras mujeres, y los hombres que hacían semejantes cosas eran otros hombres. Ninguno de ellos era conocido de nosotras. Las noticias de los periódicos nos parecían sueños, pesadillas soñadas por otros. Qué horrible, decíamos, y lo era, pero era horrible sin ser verosímil. Eran demasiado melodramáticas, tenían una dimensión que no era la dimensión de nuestras vidas. / Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad. / Vivíamos entre las líneas de las noticias."
Atención!, parece decirnos Atwood, la libertad de las mujeres es un asunto que ha de vigilarse día a día, una conquista paciente como una hormiga, como con todos los derechos humanos.)
  
El amor está prohibido. Las fecundaciones son programadas (a la manera de Nosotros, de Zamiatin, y tantas otras). Pero la grandeza de esta novela, sin embargo, no radica exclusivamente en imaginar (o repensar) la pesadilla totalitaria distópica donde las mujeres son las principales afectadas, sino (como siempre) en cómo se nos cuenta la historia: la prosa es ágil, por momentos poética, siempre irónica ("Solo se puede pensar claramente con la ropa puesta"; "La sala es apagada y simétrica; esta es una de las formas que adopta el dinero cuando se congela"; "Moira era como un ascensor con los costados abiertos. Nos producía vértigo"); la narradora, que avanza a tientas, es de poco fiar, y una vez que termina el cuento, nos enteramos de que estuvimos leyendo una transcripción de un documento histórico encontrado en unas grabaciones de casete. 
"Espero. Me compongo. Mi persona es una cosa que debo componer, como se compone una frase. Lo que debo presentar es un objeto elaborado, no algo natural."
Un objeto o artefacto del tipo que adoramos.


lunes, 13 de marzo de 2017

Evan Dara y Juan José Saer: el escritor sin atributos (dos citas)

Evan Dara, El cuaderno perdido (1995), Prólogo de Stephen J. Burns, traducción de José Luis Amores, Málaga, Pálido Fuego (2015)
http://www.palidofuego.com/el-cuaderno-perdido-evan-dara/



«… En realidad, esto me sucede a menudo, sentir como si las palabras, las palabras de otros, han desplazado las mías y me han dejado sin espacio; no sé por qué, a través de qué mecanismo, ocurre esto, pero cuando pasa, y pasa a menudo, descubro que desarrollo una necesidad, un anhelo sincero, de palabras que no se hayan convertido en amargas y extrañas ―o sea, de palabras propias, palabras que sean exclusivamente mías en medio de este fregado ajeno―; y sin embargo me encuentro con que, cuando busco dichas palabras ―las mías―, no parece haber ninguna: todas mis palabras, ante el menor examen, me parecen ajenas, mucho más obra de otros; y por tanto me pregunto cómo puedo afirmar que nada de lo que ocurre en mi conciencia es mío y no producto de alguna alteridad; a menudo siento que no pienso tanto como que atiendo subrepticiamente a mis propios pensamientos, que escucho una narración que está siendo contada entre otros: que son otros los que me piensan; porque, a decir verdad, nada de ello parece salir de mí […].»




Juan José Saer, El concepto de ficción (1997), Barcelona, Rayo Verde (2016)


«El trabajo de un escritor no puede definirse de antemano. Aun en el caso de que el escritor parezca perfectamente identificado y conforme con la sociedad de su tiempo, de que su proyecto sea el de ser ejemplar y biempensante, si es un gran escritor su obra será modificada, en primer lugar en la escritura y después en las lecturas sucesivas, por la intervención de elementos específicamente poéticos que sobrepasan las intenciones ideológicas. [...] El escritor debe ser, según las palabras de Musil, un “hombre sin atributos”, es decir un hombre que no se llena como un espantapájaros con un puñado de certezas adquiridas o dictadas por la presión social, sino que rechaza a priori toda determinación. Esto es válido para cualquier escritor, cualquiera sea su nacionalidad. En un mundo gobernado por la planificación paranoica, el escritor debe ser el guardián de lo posible.»

lunes, 6 de marzo de 2017

Pedro Mairal y el thriller romántico

Pedro Mairal, La uruguaya (2016), Barcelona, Libros del Asteroide (2017)
http://www.librosdelasteroide.com/-la-uruguaya

Lucas es escritor y tiene problemas económicos y también está atravesando una crisis de pareja; para colmo está en plena cuarentena, tiene un hijo pequeño que le roba muchísimo tiempo y la casa acumula tantos "arreglos por hacer", que se le está viniendo abajo. Así se nos presenta el propio narrador, pues lo que leemos es una carta a la madre de su hijo, Catalina, repleta de reproches y justificaciones.

"Porque decías: Tenemos problemas financieros, no económicos. Y parecía cierto. Pero yo no concretaba proyectos, no terminaba de firmar nada con nadie, no quise dar cursos ni clases y creció un silencio que se fue acumulando con los meses, a medida que se despegó la bacha de la cocina y yo la apuntalé con unas latas, y se rayó el teflón de las ollas, se quemó un aplique de luz en el living y quedamos medio en penumbras, se rompió el lavarropas, el horno viejo empezó a largar un olor raro, la dirección del auto temblaba como el transbordador atravesando la atmósfera..."
Pero (¡gracias a todos los dioses!) aparece un adelanto para una novela: debe cruzar a Montevideo para cobrar unos dólares y ha quedado en encontrarse con una vieja amiga. Esta amiga, Guerra, será la zanahoria que lleva a Lucas, y a nosotros con él, a seguir los pasos de un divertidísimo thriller romántico, de prosa fresca, coloquial, próxima al lector, como si un amigo nos contara una anécdota.

"Estaba jugado. Felizmente, digo. Lo sentí cuando me dio el sol en la cara. Había tomado los recaudos necesarios. Ahora no tenía más que entregarme al movimiento del día. Me relajé y disfruté la caminata. Iba al encuentro de una mujer. No hay nada más lindo que eso."

lunes, 27 de febrero de 2017

Siete novelas al hilo del complot en la literatura argentina



Roberto Arlt (1935)
Hay una tradición de la literatura argentina que me interesa sobremanera: la centrada en la temática del complot, la conspiración, lo revolucionario como desestabilizador.


De esto escribió Ricardo Piglia: un artículo que releo ahora. Se llama “Teoría del complot”. La ideología también es narración, y el Estado construye sus propias narraciones como ficción, como se construye una novela. Decía Piglia:

“Si pensamos en algunos escritores centrales en el imaginario de la narrativa argentina como Arlt, Borges y Macedonio Fernández podríamos decir que es alrededor del complot que se constituye su noción de ficción. Sus textos narran la construcción de un complot, y al decirnos cómo se construye un complot nos cuentan cómo se construye una ficción. El ejemplo paradigmático es Los siete locos. Ha sido leída básicamente como la novela de Erdosain, pero creo que es la novela del Astrólogo la que tiene un lugar central. Es la construcción de un gran complot, los siete locos son los conspiradores, y es alrededor de la noción de maquinación que la novela constituye su eficacia. Y ahí Arlt captó algo. Ese es uno de los elementos que explican, creo, la actualidad que tiene Arlt.”



El argumento de lo desestabilizador parece plato preferido de los lectores desconformes. Los lectores desconformes piden desestabilizantes: piden a la novela que desestabilice la literatura misma (hasta donde sea posible). Si no desestabiliza, al menos que enrarezca. El mejor desestabilizante es sin duda el humor. El mejor enrarecedor, lo inquietante.

*

Pienso en siete novelas argentinas sobre el complot:

  1. Los siete locos (Roberto Arlt): Erdosain, un inventor pobre que acaba de casarse, ante el desprecio de su mujer por falta de dinero, comienza a robar en la empresa donde trabaja hasta que es descubierto y despedido. Entretanto, conoce al Astrólogo, un tipo que está formando una sociedad secreta que pretende derrocar al gobierno ante el descontento general de la población más desfavorecida.
  2. La purga (Juan Filloy), narra un congreso de pintura moderna (la Ortho World Painting Conference) celebrado en una isla paradisíaca: un congreso al que asisten pintores y críticos de arte invitados por un oscuro organizador que poco a poco revela sus intenciones de aniquilar todo arte degenerado y todos sus artistas y parásitos.
  3. El beso de la mujer araña (Manuel Puig) nos sitúa en la celda de una cárcel donde están encerrados un homosexual travestí y un preso político. La conspiración consiste en que el travestí, que está complotado con los carceleros, consigue que el preso confiese mediante la seducción, la ficción y el engaño.
  4. La Internacional Argentina (Copi): El protagonista de esta historia tiene noticias de una sociedad secreta que pretende ayudar a todos los argentinos que viven en París. De a poco, se va tramando un complot para investirlo presidente de la república, destino del que quiere escapar a toda costa.
  5. La ciudad ausente (Ricardo Piglia): Junior va detrás de la máquina que construyó Macedonio Fernández y que ahora ha sido encerrada en un museo con intenciones de destruirla, pues lo que al principio no era más que una máquina de narrar, se ha convertido, al incorporar las narraciones de la ficción del Estado, en un objeto peligrosísimo. El lugar más seguro para esconderla es un museo (o un libro).
  6. La historia (Martín Caparrós), novela total y monstruosa, expone un sinfín de materiales relacionados con una civilización protoargentina y su aniquilación. Evidentemente, la cosa pareciera que estuviese organizada como un complot: el último de los caciques está tan influenciado por su instructor extranjero y su concepción del mundo, que la civilización calchaqui no solo se desmorona por fuera (por la guerra con los barbudos), sino también por dentro.
  7. No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (Patricio Pron) nos expone el testimonio de unos cuantos escritores que asistieron a un congreso de escritores fascistas en la Italia de 1945 que termina por suspenderse pues se ha descubierto que uno de ellos, Luca Borello, ha sido asesinado. Esto me hace pensar en que los congresos son peligrosos y a la vez ideales para las conspiraciones.




lunes, 20 de febrero de 2017

Gonzalo Torné y la añoranza

Gonzalo Torné, Años felices, Barcelona, Anagrama (2017)
https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/anos-felices/9788433998255/NH_576

No deja de resultar como poco extraño que Gonzalo Torné nos inmiscuya en un grupo de amigos que viven en la Nueva York de los años cincuenta, y que sepamos que han llegado a hacerse mayores y que todo aquello que los unía cuando aún eran verdaderamente jóvenes se esfuma como se esfuman los "años felices", salvo que uno se tome la libertad de extrapolarlo a la literatura: dónde están los James, las Austen, las Woolf y los Proust de nuestro tiempo, esos "años felices" de la literatura, los años felices que tal vez hayan comenzado a desvanecerse en los años cincuenta. Porque el estilo que despliega Torné aquí, impecable, por cierto, destila reminiscencias de los grandes narradores anglosajones y de la tradición proustiana de la construcción de la memoria: cómo contar exquisitamente una buena historia.
"Aquél era un tema muy difícil: nos arrojan al mundo, nos dan una familia, una cara, un cerebro y un alma, pero no se nos indica hasta dónde deberíamos aspirar, ni cuándo es razonable resignarnos. ¡El manual de instrucciones de la vida era una auténtica porquería!"

Notable me parecieron también las transiciones de escena a escena: similar a un plano secuencia suficientemente dilatado, cortado solamente por las partes, en las que encontramos pistas inquietantes que nos llevarán a descubrir (cual detectives) quién es el narrador (quién está contando el asunto). Además, Torné se sirve de diferentes registros narrativos: diálogos teatrales, cartas, poemas, canciones... Por cierto, las partes son cinco y tal vez (debido a que el lector se ve "obligado" al montaje), le confieren un toque de posmodernidad, de "gracias por no darnos todo masticado", "gracias por el placer de tu prosa, Torné", pero también (y sobre todo): "gracias por el gozo, porque las pequeñas dificultades nos permiten convertirnos en mejores lectores".

Pero ¿qué pasa con los años felices?
"Los años felices no son páginas en blanco, tenemos que escribirlos, son el resultado de nuestros mejores esfuerzos, no pueden surgir de otra cosa, están completamente a nuestra merced."

lunes, 6 de febrero de 2017

Diego Sánchez Aguilar o qué será el orgasmo femenino

Diego Sánchez Aguilar, Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, Cartagena, Balduque (2016)
http://www.balduque.es/nuevas-teor%C3%ADas-sobre-el-orgasmo-femenino/

[Publicado en Revista de Letras el 28/12/2016]

El libro ganador del premio Setenil 2016, Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, editado por Balduque, nos propone un paseo alrededor de las vidas anodinas de unos cuantos personajes que rondan la cuarentena, es decir, la edad límite, los viejos de los jóvenes o los jóvenes de los viejos, la edad bisagra, la edad determinante, pues como dice aquel dicho: “Lo que seas a los cuarenta lo serás toda la vida”.
Diego Sánchez Aguilar construye estos relatos usando a un narrador en tercera persona y tiempo presente, algo así como una cámara de seguridad con bisturí: preciso, frío, calculador, agrega notas al pie para explicar ciertas situaciones, utiliza las enumeraciones, como si estuviésemos observando un álbum de fotografías de personas totalmente cansadas de su vida cotidiana, como si estuviésemos leyendo un tratado sobre la sexualidad, o mejor, un tratado sobre el imaginario pornográfico propio del varón. Tanto se distancia de lo que cuenta que enseguida se activa la ironía y con ella la complicidad del lector. Porque qué personajes más banales y aburridos, madre mía, qué personajes tan corrientes y tan como nosotros. Y a pesar de que nada en ellos puede llamarnos la atención, leemos intrigados, divertidos, pasamos página tras página sin saber muy bien por qué. ¿Por el efecto espejo, tal vez? Bueno, coincidiremos en que gran parte de la incitación se la lleva el sexo, y sobre todo, el sexo de los demás: eso que también preocupa y a veces obsesiona a los que rondan los cuarenta, pues la juventud se viene abajo.